El Comité de Emergencia de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado este lunes el virus del zika, presente ya en 24 países de América, como una emergencia de salud pública de importancia internacional. El virus, que transmite el mosquito Aedes aegypti —el mismo que el dengue y el chikungunya—, normalmente provoca una infección leve pero se ha asociado a casos de microcefalia en bebés de madres infectadas y a algunos casos de síndrome de Guillain-Barré. Una asociación que ha llevado a la OMS a considerar el zika como una amenaza „de proporciones alarmantes”, como la definió la directora general, Margaret Chan, informó el periódico El País.
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En la rueda de prensa posterior, Chan, ha insistido en que la emergencia „no es por el virus del zika en sí mismo, sino por su asociación con la microcefalia y otros trastornos neurológicos, como el síndrome de Guillain-Barré”. Pero ha añadido que la declaración es una medida de „precaución”. „No podíamos esperar a que se demuestre la relación”, ha afirmado.
Eso es lo chocante de esta situación. No se declara la emergencia por el virus solo, ya que habría que haberlo hecho hace años, cuando empezó a salir de África, sino por su posible vínculo con unas complicaciones muy graves. Y el subdirector general de la organización, David Heymann, ha añadido que no se sabe cuánto se tardará en demostrar o negar ese vínculo.
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Declarar una emergencia de salud pública internacional, decisión que tomó en 2009 con la gripe A y en 2014 con el ébola, implica poner en marcha mecanismos para coordinar la detección, la prevención y la vigilancia del problema; también la posibilidad de movilizar a los expertos de la OMS y fondos.
La gestión del brote del zika va a ser una prueba importante para la OMS, después de sus actuaciones fallidas en las crisis de la gripe A y el ébola. La OMS ha reconocido que respondió de manera lenta e insuficiente ante él ébola. Su alerta global no fue lo bastante agresiva, su capacidad de comunicación de riesgos y de reacción fue limitada y no fue eficaz en la coordinación con otros organismos. La Organización Mundial de la Salud también recibió duras críticas por sus actuaciones poco transparentes y exageradas —como las describían dos informes, uno del Consejo de Europa y otro publicado en la prestigiosa revista científica British Medical Journal— durante la pandemia de H1N1.
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La del zika es una crisis un poco distinta. Para este virus, que según la OMS puede afectar a tres o cuatro millones de personas, no existe tratamiento ni indemnización. Y tampoco hay perspectiva a corto plazo de lograr una vacuna. De momento, hay dos proyectos de investigación trabajando en ella, pero los ensayos clínicos no se prevén hasta el verano, como mínimo, según los responsables del Centro de Prevención y Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés). El único modo de luchar contra la infección es prevenirla: evitar que el mosquito pique y acabar con él, según la fuente citada.