Los católicos de Rumania vivieron tres días intensos con la presencia del Papa Francisco en varias zonas del país. De Bucarest a Sumuleu Ciuc, de Iasi a Blaj, el Papa visitó las diferentes comunidades católicas, rezó con ellas, se encontró también con el Patriarca ortodoxo Daniel, el Sínodo permanente y en la nueva Catedral ortodoxa rezó la Oración del Padre Nuestro. Momentos inolvidables para un país que por segunda vez recibe la visita de un Pontífice. Volvemos a recorrer algunas de las etapas viaje del Papa en Rumania con Mons. Claudiu Pop, Obispo curial de la Archieparquía Mayor de la Iglesia Griego-Católica de Rumania en Blaj y jefe de los medios de comunicación de la Conferencia Episcopal de Rumania.
R. – En una Rumania que todavía lucha por superar varias contradicciones sociales, por curar heridas, el Papa nos trae un soplo de aire fresco, no sólo a nosotros, sino también a la gente sencilla. Esta mañana, al último minuto, alguien me llamó y me dijo que había un niño ortodoxo que se mueve con dificultad, que fue operado de las piernas y que usa muletas. Viajó 400 kilómetros para ver al Papa y finalmente se encontró con él. ¡Creo que fue una alegría inesperada para este niño, para su familia! El Papa que se encuentra con este niño, el Papa que va a encontrarse con los romaníes aquí, fue una inmensa alegría para nosotros. Pero una alegría -diría aún más- ver a personas que no conocían tanto de la Iglesia, que no estaban cerca -al menos vistos desde fuera- de Dios, acercarse al Señor viendo el ejemplo del Santo Padre.
¿Qué significa la beatificación de estos siete obispos mártires en el contexto actual de Rumania?
R. – Desde cierto punto de vista, es una verdad que emerge a través de la visita del Santo Padre. Al venir a Blaj para beatificar a estos mártires, el Papa pone de relieve esta verdad, pero por otra parte, a través de la manera tan especial que tiene el Papa Francisco de hablar de la verdad, de explicar las cosas, nosotros también redescubrimos un verdadero sentido del martirio: en los libros que relatan la vida de los mártires o en sus autobiografías, no hay rastro de resentimiento.
Todo el viaje tuvo una fuerte impronta mariana. Esta llamada a la Virgen, muy querida por los ortodoxos y también por los católicos, explícitamente mencionada en las reuniones del sábado en Sumuleu Ciuc e Iasi, ¿Es importante para animar a caminar juntos y así tejer el bien del país?
R. – La Iglesia Ortodoxa y la Iglesia Católica se sienten muy apegadas a la imagen de María. Es como tener un punto fijo y nosotros, como puntos distantes, cuanto más nos acercamos a ese punto fijo, más nos acercamos entre nosotros. Para mí estos tiempos son tiempos de María. Creo que el verdadero punto es dejar de lado el pasado, perdonar: un perdón en la verdad, no se puede negar el pasado. Y el Papa Francisco nos enseña tantas maneras, como Juan Pablo II, de pedir perdón. Por ejemplo, ante los romaníes pidió perdón. Dijo que a menudo también los católicos, los cristianos, también han participado en estas discriminaciones: „Pido perdón”.
El diálogo con los ortodoxos. ¿Qué fue lo que más le llamó la atención de los encuentros con el Patriarca Daniel, con los fieles ortodoxos?
Aquí hay una cierta sensibilidad hacia Roma, hay algo que mueve el corazón -ortodoxos, católicos- también el Papa que viene de Roma es recibido con una innata atención y simpatía. Se notó por la respuesta de los fieles cuando el Santo Padre, junto con el Patriarca, hizo el saludo: „Cristo ha resucitado (Christos a inviat)”. Todos respondieron con fuerza en este encuentro.
¿Cómo continuar con los lazos pastorales con los romaníes después de este encuentro con Francisco?
En cuanto a la Iglesia greco-católica, diría que no faltaron estos encuentros, nuestros obispos estuvieron presentes en sus comunidades. Ioan Suciu, uno de los obispos mártires, no iba como obispo para estar con ellos. Todos se conmovían. Había gente llorando mientras el Papa hablaba. Los niños estaban a los pies de Francisco. Fue un gran honor para ellos. Y quizás también una llamada a redescubrir sus tradiciones y a formar parte de la sociedad de una manera activa.
Una de las exhortaciones de Francisco fue, por una parte, redescubrir las raíces y, por otra, subrayar que la peregrinación significa sentirse impulsados a proceder pidiendo al Señor la gracia de transformar los viejos rencores en nuevas oportunidades de comunión. ¿Esta es quizás también una clave para el rico mosaico que constituye Rumanía?
Creo que sí. Con su actitud, con su lenguaje nos traduce el mensaje del Señor y nos exhorta a redescubrir la importancia de cada uno de nosotros, de cada pedacito del mosaico.
Como obispo de la Iglesia greco-católica, ¿con qué emoción experimentó la beatificación de estos 7 obispos?
Estoy lleno de gozo en el Señor. Mucha gente no creía que eso fuera posible. Como obispo me quedé sin palabras porque las palabras ya no pueden expresar la alegría del corazón. Para mí, saber que he participado en la beatificación de los obispos mis predecesores es sin duda una alegría, pero también una fuerte llamada a la responsabilidad.
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